Nos recuerda hoy Iñaki Gabilondo en su comentario diario, que la familia socialista está agrietada por el apoyo de Bildu a los presupuestos. No es el único, pero sí el más sensible de los puntos de fricción que desde hace tiempo enfrenta a importantes barones con Pedro Sánchez y en el que intervienen sin voto pero con mucha voz, las grandes glorias del partido con Felipe González y Alfonso Guerra a la cabeza. Minutos más tarde ha salido este último en La 1 y ha corroborado su postura recelosa ante el actual gobierno.
Como ya me he manifestado en torno a este tema en el pasado, me limitaré ahora a recordar una vez más los cientos de veces que todos ustedes y yo y todos los partidos de izquierdas y de derechas llamamos a la izquierda abertzale a dar la espalda a la violencia y sumarse a la vida democrática defendiendo sus ideas en el Parlamento. También González, también Guerra. Todos, repito, era casi un lugar común, se repetía sistemáticamente.
Ya de paso podríamos acabar con el disparate de asociar acercamiento de presos con incumplimiento de condenas. Recordar que lo autoriza la legislación penitenciaria vigente y que todos los presidentes lo hicieron. También Aznar. Y lo que es más gordo, mientras arreciaba el terrorismo.
La actual composición de la Cámara refleja una heterogeneidad que a muchos incómoda y que se soporta a duras penas entre ultraderechistas ultra izquierdistas, independentistas y nacionalistas sospechosos. Suman más de un tercio de la cámara y nos está costando entender que nuestro país es así. Y o bien aceptamos esta complejidad, y me incluyo por lo que respecta a Vox, y aprendemos a gestionarla, o mejor será que nos dejemos de rodeos y decretamos la obligatoriedad del bipartidismo, o que clasificamos a los partidos en varias categorías como en el fútbol y sólo otorgamos la capacidad plena de acción parlamentaria a los representantes de la Primera División y al resto capacidad limitada acudir a los plenos y aplaudir.