Su simpatía por los supremacistas blancos, el negacionismo, la corrupción en su entorno.
Sus feroces insultos que se han convertido en la nueva normalidad de la presidencia más poderosa del mundo.
Por fin, se cierra esa macabra etapa. Termina la pesadilla Trump.
Y estos días disfrutaremos viéndole sufrir y protestar por su contundente derrota.
La administración americana es lo suficientemente sólida como para que este payaso ricachón no se salga con la suya.