El pasado 13 de noviembre Marruecos desplegó sus fuerzas armadas en el paso de El Guerguerat para detener el bloqueo que la población civil saharaui ejercía en la zona desde el 21 de octubre al tráfico de mercancías y personas. Este acto supuso una ruptura del alto el fuego vigente en la zona desde 1991.
En España se habla del tema, se comenta, se comenta, se denuncia y recordamos que a lo largo de los 45 años de duración del conflicto no es una circunstancia nueva que los hechos que se producen se lean y analicen al margen del derecho internacional y lo que es más importante, al margen de lo que los acuerdos entre las partes establecen. Denunciamos que Marruecos nunca ha querido solucionar el reconocido conflicto internacional.
Pero Marruecos no solo no piensa cumplir el Acuerdo. Cada vez que en España se recuerda que el conflicto no está cerrado, Marruecos se hace el indignado, recuerda que hay un acuerdo pesquero que se puede romper y, a la vez, guiña el ojo a las mafias de sus costas, como diciendo:
"Chicos, durante unos días me haré el loco en las fronteras marinas, así que mandar al reino vecino a todos los que podáis".
Ante la invasión de pateras, España se acojona y vuelve a hacer la pelota al sultán marroquí para que el ambiente se relaje.
Y los saharauis refugiados vuelven a ser olvidados y arrinconados en la parte más dura del desierto argelino. Y aunque legalmente tengan todas las razones del mundo para enfadarse, indignarse y violentarse, la correlación de fuerzas les seguirá resultando manifiestamente en contra.