en la que los catalanes elegirán su Parlamento.
en la que elegiremos el nuevo Parlamento Europeo.

jueves, 12 de noviembre de 2020

El elefante que entró en la cacharrería, gracias a las instituciones democráticas, va a salir de ella sin haber causado destrozos irreparables.

Ustedes sabrán cuándo perdieron la fe; o cuándo estuvieron, digamos, a punto de perderla. En mi caso, lo tengo claro: fue en 2016. 

La fe en la democracia, me refiero, la única que me quedaba, por otra parte. Porque en los regímenes fundados en la defensa de la religión verdadera, en la recuperación de las glorias patrias o en la implantación revolucionaria de un orden social perfecto, la había perdido hace tiempo.

En lo único en que seguía creyendo era en que la mayoría de los ciudadanos podía decidir mejor que nadie cuáles eran sus intereses; que la democracia, con todos sus fallos, era el menos malo de los sistemas políticos posibles.

Pero 2016 fue el gran año de las dudas. Un referéndum, en junio, dio la victoria al Brexit; otro, en octubre, repudió la paz colombiana con las FARC, y en noviembre, contra todo pronóstico, Donald Trump ganó la presidencia de Estados Unidos. Por no mencionar el autogolpe de Erdogan que inició aquel verano la senda dictatorial, o la destitución de Dilma Roussef en Brasil, que abrió el camino, también democrático, a Bolsonaro. Fue un año como para sentarse a pensar.

Muchos lo hicieron y lanzaron lúgubres diagnósticos sobre la democracia. proponiendo tecnocracias, Gobiernos ilustrados, “de los mejores”. En definitiva, lo que hay en China.

Reafirmemos, hoy, nuestra convicción democrática. Las instituciones, las reglas pactadas, son la mejor manera de resolver los conflictos lejos del reino de lo pasional. Pero la fuerza y eficacia de esas instituciones dependerán de que nuestros gobernantes no las desprestigien y de que, si eso ocurre, nosotros, los ciudadanos, no lo consintamos; de que creamos en ellas, sepamos estar vigilantes y alzar la voz en su defensa.

El elefante que entró en la cacharrería va a salir de ella sin haber causado destrozos irreparables. Gracias a las instituciones, que durante estos cuatro años han resistido sus embates, y que mostrarán de nuevo su fuerza doblegando ahora su rabiosa pataleta para mantenerse en la torre de mando.